lunes, 18 de febrero de 2013

Periodismo para fanáticos, módulo I.

Vía @Serxiuxo


Pocos oficios y profesiones son tan peligrosas de ejercer en el país como los referentes a la comunicación y el periodismo. Ahora resulta, pues, que las líneas de información están supeditadas a una corriente, un movimiento social o un estrato, generalmente a la cúpula económica y política, o a un grupo de fanáticos. 

Recientemente, la DEA dio a conocer al enemigo público número uno en Chicago, no se declaraba uno hacía más de 80 años, “El Chapo” Guzmán, la cabeza del Cartel del Golfo que saliera de Puente Grande en un carro de lavandería cuando Estados Unidos anunciara la extradición de narcotraficantes, allá en 2001, y cuya fortuna, actualmente, es incalculable; algunos expertos la estiman en mil millones de dólares, otros en un billón de éstos. 

Muchos escalafones más abajo, y en el sentido opuesto de las cosas, están los diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores preciosos, jueces, ministros, y cualquier funcionario o servidor público, de cualquiera de los tres niveles de gobierno, que utilizan el fuero político como excusa e instrumento para el tráfico de influencias, entre otras cosas; por ejemplo, el senador don Jorge Emilio González, “El niño verde”, que fuera detenido por el operativo “Conduce sin alcohol”, el pasado fin de semana, en su vehículo Mercedes Benz E500 blindado, año 2011, placas de circulación 224 XSS, y se negara a realizar la prueba de alcoholemia amedrentando, junto con sus escoltas, al personal de seguridad pública a los cuales, además de todo, les diera un nombre falso. Finalmente, fue remitido al Torito donde, tras de 6 horas cumplidas, saliera libre con un amparo. 

Y así, pues, los casos de impunidad para políticos, empresarios y narcotraficantes son innumerables, en verdad muchísimos. 

Sin embargo, los casos de justicia ciega para los encargados de difundir la información pública, a través de la comunicación social y el periodismo, que han sido violentados o violados sus derechos y garantías individuales por parte de los actores antes mencionados, son mayoría. Lidia Cacho, y un millar más, por ejemplo. 

La vida pública y el edificio social, y sus instituciones, además de ser comprendidas y conceptualizadas de maneras distintas por cada actor pero generalmente similares en cada estrato, ofrecen, también, distintas prerrogativas entre cada un ellos; insisto, las más para las cúpulas. Se juega en ligas diferentes, pues, cada vez más distanciadas unas de las otras. En la ligas menores donde algunos servidores públicos juegan, en las intermedias donde algunos diputados, senadores y ministros juegan, así como en las mayores donde algunos gobernadores, capos y empresarios también juegan, se entiende, y conviene desde luego, la información pública de una manera que no es como se entiende en las ligas amateurs. 

Entonces, el manejo y divulgación de la información, aunque formal y crítica sea, en los medios amateurs como los blogs, comunicadores independientes y otros, son puntualmente enfocados a un sector que no pueda molestar o, de lo contrario, se convertirá en un recurso sumamente peligroso para quien la haga pública. 

No quedan muchas alternativas para el periodista promedio, ni para el profesional tampoco. Es sumamente complicado mantenerse sobre sus propias líneas de principios éticos e ideológicos con tantos agentes contaminantes y degradantes a su alrededor. El término vendido es tan común entre los fanáticos que recurren a la ofensa para elaborar críticas a los editores o comunicadores con los que su panfleto no coincide. 

Me parece que tal cosa, el periodismo para fanáticos, además de las grandes cúpulas que fragmentan y limitan la labor del comunicador, es un segundo lío. Si no se insulta, agrede o critica con descalificativos a un político, hecho social o movimiento que no empate con los ideales del fanático, o un grupo de ellos, entonces el comunicador es un pinche vendido arrastrado. Qué cosa.

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