jueves, 19 de marzo de 2015

Retrospectiva de las movilizaciones estudiantiles, un síntoma de crisis nacional. Tlatelolco-Ayotzinapa-IPN.

Por Sergio Fernández (@Serxiuxo en Twitter).

“Gracias, muchachos politécnicos”.

Desde aquella tarde roja del 2 de Octubre de 1968, cuando 15 mil balas, anunciadas por las bengalas rojas que cayeron del helicóptero de la Secretaría de Defensa, cortaron el espeso aire antes de que el sol pudiera esconderse; desde los palomares de la iglesia de Santiago y los balcones de los edificios aledaños, mientras la cobarde brigada blanca protegía a 5 mil militares que no dejaron un solo estudiante de pie en los adoquines de Tlatelolco, tras 300 muertos, 700 heridos y 5 mil detenidos, muchos de ellos desaparecidos, no salían a las calles de la ciudad tantos alumnos politécnicos a protestar por una causa en común, como en septiembre del año pasado.

En abril de 2013, un grupo de jóvenes tomaron la rectoría de la UAM-I, siendo rector de la universidad don Enrique Fernández Fassnacht, actual director del Instituto Politécnico Nacional. Esa misma tarde, las instalaciones le fueron entregadas, y recibidas también por Javier Velázquez Moctezuma, entonces rector del plantel Iztapalapa, con muchos ánimos de diálogo y pocas ganas de confrontación, tras los sucesos ocurridos en la máxima casa de estudios, cuando la decisión del Tribunal Universitario de la UNAM de expulsar definitivamente a cinco estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades Naucalpan, que también había sido tomado anteriormente, movilizó a su comunidad a tomar la rectoría general. Se trató de los casos de los jóvenes José Luis Ramírez Alcántara, Irene Pérez Villegas, Brenda Vaca Aparicio, Luis Hugo Arratia Zárate y Jorge Mario González García, lo que provocó a su vez la febrícula de la comunidad uamera de solidarizarse con sus colegas universitarios. No pasó nada más.

La última fecundación irreversible de un movimiento estudiantil, que durante el último par de años tuvo algunos ápices democráticos que no fueron muriendo al despertar los albas y más o menos perduraron, fue la novedosa e inesperada incorporación de la comunidad estudiantil de las universidades privadas a los ya de por sí complejos grupos políticos, durante el año electoral de 2012, que marcaron una tendencia, a fin de cuentas mucho más ideológica que sustancial en las urnas per se a una imposición de los grandes consorcios que los acarreados acreditaron con sus huellas dactilares el día de la elección. Aquella ocasión, los que nos sentamos detrás de un escritorio a leer las notas sobre lo sucedido en la Universidad Iberoamericana, tras la visita del entonces candidato Enrique Peña Nieto, catalizó nuestros pretextos para llevarnos casi inmediatamente, a algunos y no tan pocos, a las calles para mentarle la madre a toda la clase política presidenciable, e instalar un barricada de panfletos alrededor de la cadena televisiva que, hasta hace poco, había mantenido firme un pacto sin rúbricas públicas pero de un jugoso pasado donde se beneficiaron por muchos años, desde los herederos de Atlacomulco y Coahuila, la primera dama por supuesto, y las empresas que rentaron y arrendaron la obra pública más cara de la historia, entre muchos otros tantos.

El #YoSoy132, pues, del que muchas organizaciones políticas colgarían sus ganchos, fue un perchero que oscureció  con sus brazos muchas de las amenazas de políticas públicas y compromisos de los que pretendían la presidencia. Sin embargo, muchos otros análisis concluyeron que, en su zenit, los movimientos estudiantiles que surgieron entonces enriquecerían algunos motivos de la tibia izquierda institucional, ni tan zurda que digamos, y que terminó navegando en un mar de vacilaciones del centro político, y en un particular extremo, hacia algunos sectores conservadores que los panistas supieron aprovechar.

Ganó el PRI la presidencia ese año, nunca fue elegido un presidente priísta con tan pocos sufragios. Independientemente de los casos probados de coacción del voto y rebaso de tope de gastos de campaña, que el Tribunal Electoral nunca certificó, las redes sociales y medios independientes de información y comunicación social, durante el año electoral, fueron un dolor de cabeza para el presidenciable del tricolor. Las cifras oficiales de los comicios de 2012 son: Enrique Peña Nieto, 19, 226,784 votos, 38.2%, Andrés Manuel López Obrador, 15, 896,999, 31.5%, Josefina Vázquez Mota, 12, 786,647, 25.4%, y el resto. Sin embargo, no es la crítica, ni los alumnos de la Ibero que terminaron con cargos públicos o paneles de análisis en Televisa, como tampoco el descontento ciudadano en general, y generalizado, los responsables de la crisis de gobierno del ahora presidente; y, más bien, es la inconformidad un sólido indicador negativo de la manera en que se ha venido ejecutando el poder político en estos años de gobierno. Primero, la crisis tras su toma de protesta; inmediatamente después, su primer, y segundo para el partido, error de diciembre con el que se estrenó en Los Pinos; de acuerdo con datos publicados por el Inegi, en el periodo de Enero a Marzo del de 2013, durante sus primeros tres meses de gobierno, las actividades económicas primarias del país crecieron apenas en un 2.8%, las secundarias tuvieron un déficit del 1.5% y las terciarias se incrementaron apenas en un 1.9%, brincando al barco de salvamento de la banca comercial para ampliar la capacidad de crédito del país, una estrategia disparatada no tan rentable como sí riesgosa (mi columna, 2 de mayo de 2013, Síntomas Irreductibles de un mal gobierno: #PactoPorMéxico #Robles #LadyProfeco, Librero, de http://libreropolitico.blogspot.mx/2013/05/sintomas-irreductibles-de-un-mal.html). Luego, el anuncio de la apertura de Pemex al capital privado (mi columna, 20 de mayo de 2013, Peña Nieto y otro error de diciembre. La desaceleración económica y el incremento del PIB más bajo en 4 años, Librero, de http://libreropolitico.blogspot.mx/2013/05/pena-nieto-y-otro-error-de-diciembre-la.html), y el resto de las reformas estructurales que han condenado al país, por un periodo sumamente más extenso que en el que se gestaron y promulgaron, a la desestabilización y crisis en todas las esferas y sectores cuantificables.

En ese espacio del sector productivo paraestatal, y a propósito del tema, el Instituto Politécnico Nacional, desde hace unos años, ha prestado sus servicios a Pemex. Actualmente, a través de los Grupos de Análisis de Integridad de Ductos (GAID) y Grupo de Análisis de Riesgos e Ingeniería (GARI), con sede en la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas (ESIQIE), en la Unidad Profesional “Adolfo López Mateos” (Zacatenco), se realizan labores de mantenimiento, inspección y reparación de instalaciones de Petróleos Mexicanos, en las distintas entidades del país (mi columna, 25 de junio de 2013, IPN, proyectos vinculados y convenios. ¿Transparencia?, Librero, de http://libreropolitico.blogspot.mx/2013/06/ipn-proyectos-vinculados-y-convenios.html).

¿Y los estudiantes del Politécnico, qué? He tenido la fortuna de pertenecer a las tres grandes instituciones del país, la UAM, la UNAM y el IPN, como alumno, egresado y actualmente empleado. En toda mi estancia, jamás viví un acontecimiento tan grande en el Instituto Politécnico Nacional como el del 26 de septiembre de 2014. Cerca de 100 mil alumnos marcharon a la dirección general, desde distintos puntos y de casi todos los centros de nivel medio y superior de la ciudad del Instituto, para exigir la derogación a las modificaciones al plan de estudios, que entre los resquicios de unas noches atrás, el consejo general consultivo, bajo la dirección de la señora Yoloxóchitl Bustamante, había aprobado; un acto sin precedentes. Y entonces, tres días después, tras el paro de actividades de casi todos las escuelas en Zacatenco, cuando la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura ya llevaba unas semanas cerrada, en Santo Tomás, y el resto de las unidades como de los CECyT´s, marcharon casi la misma cantidad de alumnos a Segob, donde el secretario Miguel Osorio Chong ya los esperaba con un templete entre Bucareli y Reforma. Una parte de la comitiva subió y entregó al titular de la secretaría de gobierno un pliego petitorio encabezado con la renuncia de la entonces directora, que un par de días después fuera contestado, movilizándose nuevamente muchos miles de alumnos al mismo sitio para recibir la respuesta. Los estudiantes dieron un no, público y contundente, a la resolución del pliego, la Asamblea General Politécnica anunciaba un paro general indefinido en todos y cada uno sus centros educativos y las asambleas locales de cada escuela empataban, de manera general, sus pliegos petitorios: El despido y auditoría a la señora Yoloxóchitl Bustamante, directora general, derogación del plan de estudios, salida de la PBI de las instalaciones y respuesta inmediata a los problemas del politécnico por parte del gobierno federal.

Unos días antes, la noche del 26 de septiembre, 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, en Ayotzinapa, fueron secuestrados por presuntos militares mientras preparaban su llegada a la capital del país, con motivo de la conmemoración de la matanza de Tlatelolco, el día 2 de octubre. Ayotzinapa, las movilizaciones estudiantiles y el gobierno de Guerrero tienen un pasado oscuro; alguna vez, cuando Raúl Caballero Aburto gobernaba en 1960, se cocinó una matanza de 19 estudiantes en la alameda Francisco Granados Maldonado, a manos de militares, cuando el Comité de Huelga de la Federación de Estudiantes del Colegio del Estado exigía derechos, recursos y reformas a la Ley Orgánica de la recién creada Universidad Autónoma de Guerrero. Posteriormente, el 12 diciembre de 2011, elementos de la policía federal asesinaron a dos alumnos de la misma Normal Rural de Ayotzinapa, mientras mantenían un bloqueo en la Autopista México-Acapulco; la cosa se maquilló con la renuncia del procurador de justicia del estado, Alberto López Rosas, “para no obstruir el propósito de la justicia”, y el infortunio de las lamentaciones irascibles del entonces gobernador, Angel Aguirre Rivero, hoy prófugo de la justicia.

Al movimiento estudiantil del Politécnico del 2014 se le sumaría entonces un reclamo nacional de justicia por las desapariciones, aún sin resolver, de los 43 normalistas. Diversos sectores de todo el territorio no sólo nacional se sumaron al movimiento que aún exige al gobierno federal, incluso tras la reciente renuncia inminente del desafortunado procurador de justicia, Murillo Karam; uno de ellos, la comunidad politécnica. Es importante mencionar que la última huelga general de la UNAM, iniciada el 20 de abril de 1999, fue disuelta por elementos de la entonces Policía Federal Preventiva, así como del ejército, bajo la instrucción del entonces presidente Ernesto Zedillo, que concluiría con una jornada violenta, donde se violaron no solamente los mismos e irreductibles principios de autonomía de la Universidad Nacional, sino los derechos de más 800 estudiantes detenidos, y de toda una comunidad universitaria entera.

Entonces, ¿qué contuvo al presidente y al secretario de gobernación de usar la fuerza pública federal para reventar el paro del IPN? Desafortunadamente, Ayotzinapa. Los 43 estudiantes, colegas, hijos, hermanos, en algunos casos padres, universitarios, jóvenes… mexicanos, pues, desaparecidos, y la presión de muchísimos sectores al gobierno federal para esclarecer los hechos, incluso del sector productivo y diplomático internacional, abrieron un triste pero oportuno espacio para la gestación de un insólito, incómodo e imperturbable movimiento estudiantil del Instituto Politécnico Nacional; y lo sostengo enfáticamente, si los reflectores no hubiesen volteado a Zacatenco, dadas las hostiles circunstancias tras la desaparición de 43 estudiantes en Guerrero, como en 1999 en CU, en una noche los federales habrían limpiado la zona.

Me parece fundamental en todo el hecho vislumbrar el movimiento estudiantil politécnico como un movimiento social que no respondió a las necesidades de ninguna corriente, particularmente a las de la izquierda institucional como en 2012 ocurrió con los alumnos de la Ibero. La izquierda en América Latina es muchas cosas, y la suma de ellas, como los sesgos entre las mismas. Pienso que mientras la izquierda institucional, la de cualquier país, no consiga su filiación que le permita emancipar y generalizar su discurso, como clase política de oposición, con todas las demás izquierdas, la de abajo, la de los lados y todas ellas, cuales quiera que existan, no logrará equidad legítima de fuerza política contra los instrumentos de coacción diestros, que bien definidos tienen su carácter y magnitud de acción, y la suma de poderes de facto que adversa. Así, los hechos ocurridos en el IPN encontraron su propia legitimación, y por supuesto la de los órganos de gubernamentales y las secretarías de estado de gobierno, educación y hacienda; tras 41 días de paro, daría inicio, el 4 de noviembre de 2014, la primera mesa de diálogo entre representantes del gobierno federal y de la Asamblea General Politécnica, transmitida por Canal 11 en cadena nacional. Nunca, en la historia del país, jamás, empleados de las secretarías de estado habían asistido a las instalaciones de una institución educativa en huelga, en diversas ocasiones, ratificado el nombramiento de un nuevo director, el caso del señor Fernández Fassnacht, firmado públicamente una serie de acuerdos que concluyeron con la recalendarización de un periodo escolar y el compromiso de llevar a cabo un Congreso Nacional, donde se formularían modificaciones al reglamento interno, a la ley orgánica y a otro tipo de normatividades vigentes del Instituto. Solamente hacían por lo que les pagamos todos, su trabajo.

Este movimiento, se reconozca o no, incluso se quiera íntimamente o no, cambió el sentido de la educación pública del país para siempre; nos recordaron, a quienes formamos parte del Politécnico, que no solamente nuestra razón de ser en él sino nuestra propia vocación de servicio se las debemos a nuestros estudiantes. Nos recordaron también que la organización pacífica, pero primeramente justa, de las causas que emanan de los propios conflictos del mismo, va más allá del despido del 90% de sus directivos, de la apertura de espacios para la información y divulgación de las cosas que la comunidad estudiantil, como la de profesores y personal de apoyo, tenga que decir, va más allá de la efigie de lucha per se de la democratización sobre los papeles y documentos que la respalden, va más allá; y, entonces, toma una remembranza mucho más profunda. Definitivamente el Politécnico no es el mismo, y lo digo con entera firmeza, se siente, incluso en estos días de cambios estructurales y acomodamientos prácticos tanto como administrativos, mucho mejor. Gracias, muchachos politécnicos.

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