martes, 17 de marzo de 2015

Carmen Aristegui, de la postura a la censura.



Vía Sergio Fernández, (@Serxiuxo en Twitter).

A nuestros imperturbables lectores.

A Carmen Aristegui, por supuesto.

Librero, para variar, fue objeto de críticas burdas por algunas publicaciones recientes sobre los acontecimientos entre Carmen Aristegui y la familia Vargas, dueña de la cadena MVS, que hicimos el fin de semana; en boca de algunos bravucones por manipular la información, o dejar manipularnos.

Librero es, por si acaso se puntualiza saberlo, un pequeño cuarto oscuro donde coinciden muchos demonios coincidentes de los amigos que colaboramos en él. Librero se ha convertido en nuestra primera taza de café para estrenar los días, la sobremesa, la guarida de la trasnoche y la religiosa mentada de madre al presidente antes de dormir. Librero es una figura abstracta de libertad y expresión, y de libertad de ella; Librero no es una empresa, de ninguna manera entonces es un negocio; en Librero no labora nadie, pues, sino que colaboramos todos.

Resulta ser Librero para todos nosotros un infante con febrícula matutina, es en sí mismo nuestra suma de pequeñas inquietudes y preguntas, un medio de información, un blog, una reducida dimensión amorfa de disparates; una sala de ensayo. Nuestra misión es crear un canal de libre difusión, denuncia y expresión, y por esos motivos que nos tienen aquí, aunque no sean una gran cosa ni la suma de ellos, los lectores a quienes podamos tocar, a quienes podamos decirles algo, deben saber que, la concentración de ideas periódicas que forman la página y este espacio, no puede tolerar la censura; su consecuencia nos es infraguable.

Librero somos madres, estudiantes, profesionistas, amas de casa, comunicólogos, lectores y hasta aficionados al fútbol. Librero no es más que un sofá cama, tampoco es la gran cosa, como les contamos antes, ni resulta irreductible, pero esta diminuta caja de ideas brotantes, donde nuestros demonios son libres, detrás de nuestros nombres, es inalienable; ni puede venderse ni habrá loco o sensato quien la compre tampoco.

Habremos coincidido entonces con ustedes en que Librero no es, asimismo, mucho más que un conjunto de ideas que por algunas y recalcitrantes causas preferimos hacerlas públicas por este medio que por otros personales. Librero informa, no vende, y en el ejercicio más sustancial y empírico de ese acto, nos sumamos, a nombre de cada uno, a la lucha contra la censura de la información pública, de cualquier índole, color y sentido.

El ejercicio de los oficios de la comunicación, particularmente el periodismo, es una de las actividades más riesgosas del país, incluso después que ser un desdichado policía. Desconocemos los motivos personales de Joaquín Vargas, restaurantero en Monterrey antes que periodista, o los de la misma Carmen, para finalizar su relación laboral, aunque con un prejuicio de las causas políticas y financieras de MVS y de las profesionales de la periodista, sabiendo que se le condicionó a un panel único y local de edición de información antes de divulgar cualquier cosa en su programa de radio, y tras la persecución de oficio de sus colaboradores por hacer públicos los contratos de arrendamiento entre Juan Armando Hinojosa Cantú, dueño de grupo Higa y uno de los grandes beneficiarios de la obra pública más reciente y costosa, y la esposa del presidente, la señora Angélica Rivera, con presuntos recursos del erario federal.

Carmen, que en anteriores y diversas ocasiones ha sido censurada por la veracidad de su trabajo, como en 2007 cuando las relaciones entre Televisa y el consorcio noticiero Prisa cocinaron una guerra sucia en su contra, mientras el cuñado del ex presidente Felipe Calderón, Juan Ignacio Zavala, fungía como gerente de edición del diario español El País.

Así, #EndefensadeAristegui, para concluir, es un hashtag que puede leerse, si gustan los que gusten, en defensa de la libertad de expresión per se en defensa de los oficios de la comunicación.

Fin del comunicado.

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