lunes, 2 de marzo de 2015

El calor

Vía Erick Blasnich (Facebook).

Es una tarde clásica de verano, un calor insoportable, pero estás sola en casa y te paseas cómodamente sólo en ropa interior, con una cerveza helada en la mano, escuchando «your body is a wonderland» (de John Mayer) a todo volumen, y sabiendote sexy, te sientes aburrida con ganas de provocar al mundo para sentirte deseada, lo cual sabes que no es ningún problema, sólo basta que tú quieras. Así, pues, te asomas por la ventana con una mirada aventurera, cazadora, guiada por esa lujuria traviesa muy tuya. Miras a los hombres que pasan y fantaseas posibles encuentros con cada uno que ves y ríes, pues la mayoría no son lo que te gusta pero aún así fantaseas con ellos y te encuentras inmersa en esos encuentros imaginarios, cuando tocan a tu puerta vuelves a tu realidad y te pones una corta y delgada bata que deja ver tus firmes y bien torneadas piernas y que, a su vez, remarca tu silueta delgada, sólo la cierras enfrente de ti con uno de tus brazos mientras abres la puerta. Para tu sorpresa, es un hombre diferente a los que mirabas por la ventana, un tipo alto, bronceado, de cuerpo atlético algo desaliñado con barba de tres días, con un abdomen muy marcado y unos grandes pectorales cubiertos en sudor que reflejaba la luz del sol, lo miraste de arriba a abajo admirando su tatuado brazo izquierdo (mientras te preguntabas si acaso el destino estaba contestando a tus deseos del día). 
-Buenas tardes -te dijo, rompiendo tu concentración.
-No soy de aquí, vengo de paso, y disculpe la molestia pero la miré por la ventana y se me ocurrió que podía pedirle una cerveza, y considerando el calor pensé que no sería molestia para usted.
-¡Claro! -dijiste, soltando tu bata de manera que pudiera él admirar tu vientre plano y algo más, mientras pensabas «te invito una cerveza y quizá otra cosa».

Ya dentro de tu casa, espera de pie en la sala sin despegar la vista de ti mientras te diriges a él con la cerveza fría en la mano.
-Nada mejor que una buena cerveza fría con este calor -dijiste.
-Cierto, ¡no hay mejor combinación que la cerveza fría con un cuerpo caliente! -te contesto sin poder disimular lo tanto que le excitaba verte de esa manera.
-Esa es la mejor respuesta que pudiste darme, te la has ganado, toma tu cerveza -dijiste mientras la vertías sobre tu cuerpo, dejando escurrir desde tu cuello, por tu pecho y mojando tus senos, tu vientre y tu suave, perfectamente depilada, y previamente húmeda vagina aún cubierta por esa sexy lencería que ahora combinaba la cerveza con el sabor dulzón de tú sexo, para seguir escurriendo por tus piernas.

Sin dudarlo un segundo, él se dirigió a ti y te sujeto por los hombros guiándote al sofá, y se dejó caer en el piso tomando uno de tus pies sorbiendo de él la ahora tibia cerveza que calentó tu cuerpo y que le dio un sabor exótico al mezclarse con tu sudor y tu jugo sexual. Al momento que sujeta tu pierna, tú te estremeces separando tus piernas y arqueando tu espalda (dejando caer la botella de cerveza) mientras él recorre lentamente tus piernas subiendo hasta llegar a lo más íntimo de tu ser, sorbiendo de tu ropa interior toda esa humedad acumulada, mientras sujeta tus bragas y las quita lentamente sin apartar sus labios de tu sexo, el cual se come con avidez mientras gimes de placer inesperado, Sólo sujetas su cabello sin pensar, y pides que no se detenga... 
-Es la cerveza más deliciosa que... 
-¡Calla! -le dices mientras lo jalas hacia ti con fuerza.

Él sujeta fuerte tus nalgas mientras hunde su lengua en ti y acaricia con ella los contornos de tu intimidad y lame, y succiona tu clítoris mientras gimes de placer y te quitas tu sostén para acariciar tus senos. Introduce dos de sus dedos en ti y los mueve con rapidez sin dejar descansar tu clítoris con las caricias de su lengua. No puedes controlarlo y explotas de placer mojando su cara mientras tu sexo se contrae y tus piernas tiemblan. Él se pone de pie, te toma por las caderas y te levanta dándote la vuelta e inclinándote hacia enfrente, sujetando firmemente tu cabello con su brazo tatuado y tomando con fuerza tu cadera con el otro, mientras entra en ti tan fácil debido a tus jugos que aún escurren de ti, y puede dejarse ir hasta el fondo que golpea duro tus nalgas con su cuerpo ardiente y te hace gritar y entra y sale de ti a un ritmo ascendente que te enloquece, una y otra vez sin soltar tu cabello y ahora sujetando tu hombro derecho con su otro brazo, aumentando la fuerza con la que te penetra sin parar una y otra vez, que no puedes creerlo y te corres de nuevo. -¡Oh, dios! -gritas.

Se te doblan las piernas y él sujeta tus caderas levantándote nuevamente y girándote, tus piernas aún tiemblan y te deja caer de rodillas frente a él y, antes de que puedas decir o pensar en algo, ya sujetó tu cabeza por tu nuca e introdujo su miembro caliente y mojado de ti en tu boca, y se empuja hasta el fondo ahogando tu garganta, jala tu cabeza y la sostiene sin salir de ti por unos segundos para luego salir y volver a entrar una y otra vez. Sale de tu boca y sin soltar tu cabello te jala suavemente pero con firmeza, y te arroja al sofá y se agacha, toma tus piernas y las coloca en sus hombros, se inclina sobre ti y penetra tu húmeda vagina muy lento mientras rodea tus piernas sobre sus hombros para sujetar los tuyos y tomarte con fuerza, sale nuevamente de ti, muy lento -¡Uf! -suspiras, y de pronto arremete con fuerza (gritas y gimes sin control) y él continúa con fuerza y rapidez mientras tú clavas tus uñas en los cojines del sofá -¡Oh, por dios! -gritas nuevamente y él continúa como una máquina latente dentro de ti, sin parar, intensamente, tu cuerpo no resiste más...
-¡Oh, sí!, -tu cuerpo se contrae y tiemblan de nuevo tus piernas.
-¡Ah!, -exclama él mientras sale de ti, deja caer tus piernas a sus costados y chorrea todo su semen viscoso sobre todo tu cuerpo mezclándose con tu sudor.

(Ha sido más de lo que imaginabas, tu cuerpo no responde ni deja de temblar mientras aún sigues sin aliento).
-¡Ha sido la mejor cerveza de mi vida! -dice él recogiendo la botella con lo que restaba de líquido en ella y dirigiéndose a la puerta).

Tú estás rendida en el sofá, aún en éxtasis, sin poder decir palabra alguna y sólo lo miras marcharse.
-¡Quizá vuelva por aquí cuando tenga sed! -dice él sin mirar atrás, cerrando la puerta al salir.

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