domingo, 10 de febrero de 2013

¿El último capítulo del Pemexgate?

vía @Serxiuxo

Ya anunció Luis Videgaray que la inminente Reforma Energética, que se discutirá en el segundo semestre del año en el circo del Congreso, no contempla la privatización del petróleo. Del otro lado del manicomio, Cuauhtémoc Cárdenas, coordinador de Asuntos Internacionales del gobierno de Miguel Mancera, abogó por la autonomía de PEMEX y la inyección de capital privado para garantizar su presupuesto. Así, los zurdos medio diestros, y la izquierda negociante, pactan lo que parece el último capítulo de la administración pública de dicha paraestatal. 

Es del sector energético de dónde el país obtiene la mayor parte de sus ingresos y, por tanto, es el mayor peso que equilibra las amortizaciones de la deuda externa en la balanza de pagos. Sin embargo, la monopolización de los recursos petroleros tampoco ha sido muy sana; la unificación de tarifas de combustibles, y su aumento, han estado supeditadas al presupuesto federal y dirección, buena o mala, de las paraestatales cada sexenio. 

Pensar que la administración y estatización de PEMEX ha dejado de ser un negocio para la cúpula que lo controla es una tesis ingenua porque, si las matemáticas no fallan, los ingresos que genera el petróleo y sus productos son, históricamente, mayores a los gastos que requiere su gestión, millonariamente mayores. Al respecto, la estrategia de don Enrique Peña Nieto, y los suyos, será seguir asumiendo el control del crudo que, aunque parcial, es estratégicamente interventor y cuyos aspectos quedarán particularmente acordados en la Reforma. 

Vender PEMEX, entonces, nunca ha sido un buen negocio, las empresas extranjeras que inyecten capital no asumirán el control total de la producción ni de la distribución de los recursos pero sí de las tarifas. A estas alturas, si PEMEX es administrado con capital extranjero, o no, es otro tema y es más bien un debate nacionalista infinito, un tanto republicano. El lío no es quién, o en qué partes, se asuma la gerencia sino la incapacidad e inoperancia del gobierno federal, y sus programas de inversión, para hacerlo. 

Es decir, no es el eje del problema en quiénes o cómo, al menos estratégicamente no porque moralmente sí, queden repartidas las decisiones sobre la tutela de PEMEX, ni en cuántas partes se haga, sino los residuos y consecuencias que generará la delegación de operatividad a la industria privada, cortesía del presidente. Ya el otro tema, el más importante, será el desempleo. 

Resulta muy costoso, no sólo para los que han invertido sus recursos, mantener al niño pero poco conveniente no obtener los beneficios de llegar a casa con la mesa servida. PEMEX es un tema de todos, y casi de todo. A los que se enriquecen de él les dará la misma cosa si las ganancias obtenidas se produjeron con inversión privada o pública, sin embargo, creo que su privatización parcial definirá una estrategia instrumental para las dependencias que resten.

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