jueves, 25 de abril de 2013

#UAM-I, #UNAM: El coraje de un discurso violento.

Vía @Serxiuxo


Un grupo de jóvenes que tomaron la Rectoría de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, este miércoles 25 de Abril, llamaron a su manifestación un acto de solidaridad con los ocupantes de las instalaciones de la UNAM. El edificio sería liberado en el transcurso de la tarde. 

Uriel Sandoval, estudiante de la UACM, quien habría perdido un ojo tras los actos del 1 de Diciembre durante la protesta a la toma de posesión de Peña Nieto, fue uno de los protagonistas en la ocupación de instalaciones de la UAM-I. 


Enrique Fernández Fassnacht, rector general de la Autónoma Metropolitana, dijo que la toma no fue violenta. Así mismo, el rector del plantel de Iztapalapa, Javier Velázquez Moctezuma, indicó que mediante el diálogo se acordó con los jóvenes la liberación del edifico de gobierno. 

La solidaridad con la toma de rectoría en la UNAM, dicen los que tomaron la UAM-I, fue consecuencia de otra consecuencia similar; caray. A su vez, las protestas en la máxima casa de estudios fueron el residuo de la decisión del Tribunal Universitario de la UNAM de expulsar, definitivamente, a cinco estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades Naucalpan, que también había sido tomado anteriormente. Se trata de los jóvenes José Luis Ramírez Alcántara, Irene Pérez Villegas, Brenda Vaca Aparicio, Luis Hugo Arratia Zárate y Jorge Mario González García. 

Bien, uso el término jóvenes por mesura a llamarlos estudiantes. Creo que confundieron la universidad con la catálisis de sus ansias protestantes en actos universales; mala conducta. Si no canalizan su discurso, o afilian su inquietud, sus actos violentos serán tan inútiles como dañinos. 

Si los movimientos juveniles de izquierda forman grupos de choque contra los porros de derecha, la autoridad, o lo que sea, se volverán, entonces, porros de izquierda. Los ánimos y hábitos democráticos son ánimos y hábitos tras la legalidad; la izquierda institucional, la partidista, pues; la derecha priísta y la extrema derecha panista maniobran con varias herramientas e instrumentos políticos y discursivos para sujetarse del barco, porque así lo requiere la dialéctica electorera, no tan distintas unas de otras, aunque ejecutadas de un modo característico por cada fracción política. 

Los movimientos juveniles alternativos, que también maniobran con instrumentos alternativos para participar en el quehacer político, no se producen dentro del barco electoral, no pretenden encontrar su filiación entre las vulgaridades de la clase política partidista y empresarial, y no debería definirse su identidad pública por recurrir a las prácticas que otras fracciones han institucionalizado; la violencia, por ejemplo. 

La derecha siempre ha sabido bien los secretos de la pornografía del utilitarismo, se ha definido por defender su causa de la oposición, como un objeto inamovible que colisiona sus obstáculos políticos, a través del uso de la fuerza pública. Sin embargo, la extrema derecha está en venta, su capacidad utilitaria es distinta a la derecha priísta, no se ensucia públicamente y se ha especializado en contratar actores que hagan el trabajo despreciable. 

Habrá perdido su esencia el discurso estudiantil si se vuelve violento y de choque. 

Al país, carajo, lo que le viene sobrando es violencia. 

Los movimientos juveniles son muchas cosas, la suma de varias. La derecha e izquierda universitaria pueden convivir y coincidir en todos los espacios que se pueda sin corromper sus fundamentos y categorías. Han formado, ambos polos, una fuerza de oposición que los órganos de gobierno no han sabido confrontar. Sin embargo, la violencia se produce a sí misma. 

El gobierno mexicano, históricamente, ha diluido las agresiones de su oposición con agresiones, ha sabido defenderse de la fuerza de oposición con el uso de la fuerza y ha sabido repeler al poder político de oposición con ejercicio del poder político. Pero, hay que decirlo, nunca ha estado listo para responder a la oposición de los movimientos estudiantiles. 

Hagamos una pausa y recordemos 1968. 

Si los jóvenes estudiantes continúan violentando los mecanismos institucionales, encontrarán, cada vez, una réplica violenta.

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