miércoles, 20 de marzo de 2013

México sin lectura: Fanatismo, el papa y horrores ortográficos por todas partes.

Vía @Serxiuxo

Según estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la UNESCO, para 2007, en promedio, el mexicano leía 2.8 libros al año. En el estudio “Hábitos de Lectura”, México ocupó el lugar 107 de 108 países estudiados. Otros datos recabados importantes fueron las alarmantes cifras de que existe una biblioteca pública por cada 15 mil habitantes, una librería por cada 200 mil y, de manera inefable, que el 40 por ciento de los mexicanos nunca, en toda su vida, ha entrado a una librería. 

Está perfectamente entendido que el problema de falta de lectura en el país es, pues, fundamentalmente un problema de educación pública. Nuestra propia filiación, acercamiento y entendimiento con los elementos culturales son mermados, agresivamente, por distintos factores contaminantes, no externos al conjunto idiosincrático. Así, el fomento del hábito de la lectura redunda en un conflicto irreductiblemente político; antagónicamente, si es el Estado, y desde luego sus instituciones correspondientes, el responsable de subsidiar educación de calidad a sus ciudadanos y es, también, el regulador y gestor de concesiones y facilidades a la inversión privada para el desarrollo de la comunicación, a través de la televisión abierta, así como de su contenido, entre muchas otras actividades que frenan el desarrollo cultural, estamos todos jodidos. 

Resulta sumamente difícil incentivar a nuestras nuevas generaciones a que participen, profesionalmente o no, en oficios y actividades de divulgación de información, comunicación social, periodismo, y otros campos disciplinarios como la Literatura, Sociología, Historia o Economía, a través de la expresión escrita, si no se fomenta la lectura. Infantes que no leen tampoco van a escribir. Escuché, sin censura, charlas de niños de primaria contentos por la designación del nuevo papa; desde luego, desconocen que se ha manifestado en contra de la proliferación de los derechos en materia de equidad de género y que su antecesor encubrió una tremenda red de pederastia clerical. Qué cosa. 

La desinformación sobre nuestros propios derechos y responsabilidades civiles, la lejanía con nuestra cada vez más desconsolada y fragmentada base cultural, el desinterés de la esfera política, el fanatismo desmedido, particularmente de la mano del nacionalismo necio, el retroceso de la secularización de las actividades públicas y, catastróficamente, el mal e incorrecto uso del lenguaje, así como el óbice genérico a la educación, tienen su raíz en la falta de lectura. El primer paso que debe dar el Estado será reanimar la falta de costumbre; ya, luego, será momento de ejecutar mecanismos para cambiar los hábitos y su contenido. 

Hagamos Patria, tomemos un jodido libro.

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