jueves, 7 de noviembre de 2013

¿Devoción, fanatismo o indulgencia?

Via: Julio C. Jiménez, @Jorongos

En tiempos recientes, la religión se ha convertido en un modo de vida, ya que en base a las reglas y a los designios supremos se puede obtener lo que la mayoría busca, “La Felicidad”, cuya existencia, en definición técnica, es efímera y relativa. Las religiones buscan transformarnos en mejores personas, libres de maldad y culpa, pero lo que la religión no tiene en cuenta es el libre albedrio y el instinto animal que poseemos por naturaleza desde tiempos prehistóricos; es por ello que la iglesia católica, en particular, rechaza de manera imperativa y muy subjetiva “La Teoría de la Evolución”, de esta manera, suprimiendo ese concepto, todos deberíamos de ser altamente racionales y seriamos capaces de evitar cualquier situación pecaminosa o alguna mala acción.

Pero, ¿qué pasa cuando las religiones buscan su satisfacción particular?

El lucro, lavado de dinero, la pederastia y el tráfico de influencias han sido de los temas más oscuros que ha tenido que enfrentar la iglesia católica recientemente. Los nexos que tienen, desde un padre de una iglesia regional hasta la sede del catolicismo, “El Vaticano”, nos llevan a pensar que el dinero y la ambición es algo que ensombrece la misión con la cual ellos profesan; aun así, la gente que es fiel creyente (fanática de la religión) se ciega y hace caso omiso de la realidad en la que se ha convertido su iglesia. Lo difícil es discernir entre la fe, como tal, y las intransigencias 100% humanas y viscerales que cometen algunos integrantes de la congregación en cuestión. Así, después de todo, el feligrés que es nómada de las religiones, siempre ira en busca de alguna doctrina en la cual se sienta a gusto y cómodo, como si estuviera eligiendo cual es la mejor Feria de Pueblo, en la que lo dejen ser como es, y en donde sus actos sean dirigidos por un ser supremo que, si sus acciones son criticadas por la sociedad, no asumirá ninguna responsabilidad y lo dejara todo en manos del “Creador”. Aquello de la búsqueda de sanación de enfermedades de todo tipo, incluyendo al alcoholismo, han sido un gancho básico para las nuevas religiones, en específico para la iglesia universal que utiliza los medios de comunicación para promocionar su doctrina; la gente humilde y muy influenciable es la que más cae en este tipo de chantajes; en un principio, les hacen ver que la sanación y la vida eterna están al alcance de todos, cosa que es totalmente falsa ya que un tiempo después van obligando al feligrés a dar aportaciones para cumplir ciertos objetivos, en los cuales están incluidos solo “espiritualmente”. Las religiones son un negocio altamente redituable.

Hablando de “fieles”, existen aquellos que deforman la religión (chacas, reggaetoneros, ladrones), llegan a hacerse fieles creyentes de una imagen, a la cual le profesan lealtad y ponen en sus manos todas las situaciones de su vida; la cosa aquí es que su creencia estúpida y convenenciera los lleva a transgredir las leyes de lo que ellos “respetan”, haciendo contradictoria la convicción y adecuando las situaciones a su estilo de vida comodino. La devoción se muestra en muchas ocasiones por la lealtad y el empeño que se pone en hacer alguna actividad, ya sea religiosa o de la vida cotidiana; el hecho de pedir ayuda divina (en estado inconveniente) para un robo, asesinato o venta de estupefacientes, no es algo que en esta sociedad esteé considerado como un acto loable o digno de imitarse (quieren que alguien “ampare sus chingaderas”). Todo lo anterior se ha convertido en una fiebre y un estilo de vida para algunos, lastimosamente esta tribu urbana está integrada en su mayoría por personas de escasos recursos, y de cultura en general limitada, que pierden todo sentido entre el “bien y el mal”. 

La Fe es esa confianza que se genera hacia algo o alguien. Existen miles de religiones y miles de personas que integran las mismas, algunas trabajan en pro de su convicción como tal y estas son las que cumplen con su cometido. Cada quién es libre de creer en lo que más le convenga o le venga en gana, y si su convicción es no creer, también es respetada.

El punto clave, para su colaborador, es “responsabilizarse de sus acciones y no dejar en manos de dios su destino”.

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